Carta a Joaquín Romero Murube
22 AGO 2018 /
EL
CORREO DE ANDALUCÍA
Querido
Joaquín Romero, mientras tú te encontrarás tranquilamente divagando entre
amigos y literatos por los cielos que tan bien ganaste, por aquí abajo, como
solías decir, andan las aguas un tanto revueltas y no precisamente por las
lluvias, tú ya sabes. Muchos gerifaltes de ahora tienen las mismas o menos
luces que aquellos con los que lidiaste. Algún iluminado, con toda la torpeza
terrenal posible, quiere quitarle el nombre a la calle que abriste para unir
el castizo barrio de Santa Cruz con la plaza de la Inmaculada. Pues
bien, como la ignorancia es tan atrevida, fíjate en el contrasentido de
hacerlo apoyándose en la Ley para la Memoria Histórica. Pero llegado
a este punto no me queda más remedio que lanzar al aire una buena ristra de
preguntas con las que refrescarles su desmemoria, no sólo histórica, sino
integral:
¿Qué
saben ellos de ti como escritor, cuántos libros tuyos han leído? ¿Se habrán
informado sobre tu faceta periodística en El Noticiero Sevillano, El
Liberal, Abc o El Correo de Andalucía? ¿Son
acaso conocedores de tus desvelos por la recuperación del patrimonio
andaluz? ¿Sabrán qué significaste como fundador y redactor jefe de la
revista Mediodía? ¿Estarán al tanto de las numerosas reformas por
ti realizadas en los palacios y en los jardines del Alcázar durante tus 35
años como director-conservador? ¿Se hubieran atrevido a hacer esa
propuesta si hubieran sabido que fuiste la única voz, en aquellos
difíciles años, que fue capaz de enfrentarse al poder, que arremetiste contra
el alcalde de turno, el gobernador militar, el mismísimo ministro o
contra el temido cardenal Segura, con el fin de evitar los ataques contra el
patrimonio y las esencias de Sevilla? ¿Sabrán que no permitiste que te
caparan tus artículos y por eso te despacharon de Abc? ¿Tendrán
idea de que no te vencieron y seguiste en El Correo de Andalucía como
buen quijote peleando contra los poderosos molinos amparándote en diferentes
seudónimos y encubierto por el padre Javierre? ¿Conocían tu faceta de
secretario de la Sección de Literatura en el Centro de Estudios Andaluces o
tu labor de Comisario para la Defensa del Patronato Artístico Nacional de la
Baja Andalucía donde entre otros logros conseguiste devolverle a Sevilla
obras como los tapices de la Conquista de Túnez, La
Virgen de los Mareantes de Alejo Fernández o la devolución al
Hospital de la Caridad del cuadro Santa Isabel de Hungría curando a
los tiñosos? ¿Habría llegado hasta nuestros días el patrimonio
artístico de los conventos sevillanos sin que hubieras socorrido las peticiones
de sus abadesas? ¿Se habrán informado de la influencia por ti ejercida para
la creación del Conservatorio Superior de Música o la labor que hiciste con
la Filarmónica de Sevilla? ¿Sabrán quién llevó a cabo la remodelación
del Museo de Bellas Artes? ¿Se habrán informado de a quién le debe
Sevilla el que tengamos una muestra de los antiguos Caños de Carmona, o quién
salvó de la fiebre del derribo el Hospital de las Cinco Llagas, la sede del
Parlamento de Andalucía? ¿Tendríamos hoy el monumento a Bécquer si a
instancias tuyas y siguiendo la petición de los hermanos Quintero desde
Madrid no se hubiera restaurado? ¿Saben ellos quién fue el creador de
la Comisión de Cofradías que daría lugar al actual Consejo de Hermandades y
Cofradías? ¿Habrá llegado a sus oídos que fuiste nombrado Académico de Buenas
Letras y de Bellas Artes? ¿Seguro que conocían que tu Pregón de la
Semana Santa de Sevilla, en 1944, tuviste que repetirlo en Madrid y en Lisboa
a petición de amigos e intelectuales? ¿Tendrán noticias de que el doctor
Marañón, de ideología izquierdista, prologó la edición francesa de tu Pueblo
lejano y que en una carta a su traductora le confesaba que este
libro era superior al Platero de Juan Ramón? ¿Les
habrán llegado noticias de los premios literarios como el Ciudad de Sevilla o
el Adonais, o los numerosos reconocimientos, encomiendas y condecoraciones
como la de Alfonso X el Sabio, Racimo de Uvas de Oro, medalla de Oro de la
Hermandad de la Soledad de San Lorenzo o la Gran Cruz de Isabel la Católica? ¿Tal
vez hayan leído que tu amigo Federico García Lorca te dedicó un ejemplar
especial de su Llanto en el que aparece una dedicatoria tan
emotiva como elocuente: «A Joaquín Romero Murube, honra y espejo de
Sevilla»? ¿Habrán sacado la conclusión de a quién te referías cuando en
el año 1937 publicaste los Siete romances con la
dedicatoria: «A ti, en Víznar, cerca de la fuente grande, hecho rumor de agua
eterna y oculta»? ¿Sabían que participaste activamente en los actos de 1927
que dieron lugar a la famosa Generación? ¿Habrán leído que el Nobel
Aleixandre dijo que eras el mejor prosista de la Generación del 27? ¿Tendrían
noticias de que en tu etapa de madurez te prodigaste como conferenciante e
incluso tuviste una sección en un programa de radio? ¿Les habrá
llegado la significativa noticia de que los empleados del Alcázar se
adelantaron a tus familiares para portar tu féretro? ¿Sabrán a qué ciudad se
refiere el epitafio de tu tumba en la que se lee: «No pudo quererla más ni
puede sentirla más»? ¿Tienen conocimiento de que el sentir popular te
inmortalizó a través de las sevillanas de los Amigos de Gines?
Mudas
se han quedao las fuentes / no ríen los surtidores / porque se ha muerto
Joaquín / poeta de sus amores. / En el jardín del Alcázar / una rosa está
llorando / como virgen dolorosa / en tarde de viernes santo. / La Giralda
mira al cielo / y le pregunta a las nubes / por donde se fue Joaquín /
Joaquín Romero Murube.
Tu
dedicación a la ciudad de Sevilla fue una constante inequívoca en tu obra y
en tu vida pública. Cuánta razón llevaba Antonio Burgos cuando escribía:
«Tanto amor no correspondido por Sevilla». Una verdad a medias, porque cuando
ha pasado casi medio siglo desde que nos dejaste, hay voces y plumas como las
de Jacobo Cortines, Carlos Colón, Juan Lamillar o Álvaro Romero, entre
tantas, que valoran no sólo tu obra sino tu personalidad. Ya va siendo hora
de que abandonemos los encasillamientos y dejemos de ponerles etiquetas a
determinados personajes. Hagamos todos un ejercicio de respeto y
tolerancia valorando a las personas exclusivamente por su labor vital,
científica o literaria y olvidemos la camisa que llevaba, el color de su piel
o su credo religioso. Hagamos una llamada a la concordia, al
hermanamiento y a la paz, porque esa es la auténtica memoria de la historia.
Precisamente sobre esta idea escribe Romero Murube en el 39, cuando acababan
de asesinar a su amigo Federico:
No
te olvides, hermano, que ha existido un agosto / en que hasta las adelfas se
han tornado de sangre, / y que en el claro viento de las rosas de la muerte /
se abrían en estampido el odio de los hombres.
En
estas canículas estivales andamos, Joaquín, y con este último despropósito de
querer borrar el nombre de tu calle, estos eruditos a la violeta, lo único
que consiguen es poner en evidencia su incompetencia y su desmemoria
cognitiva. Porque si hubieran sabido de tu compromiso, de tu
implicación con la ciudad, si hubieran leído tu obra escrita, no dudarían en
hacerte justicia y te esculpirían en bronce, sentándote en la puerta del
León del Alcázar, para que con la vista puesta en la Catedral y en la
Giralda, siguieras velando, como fiel guardián, todas las esencias de
Sevilla.
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sábado, 29 de septiembre de 2018
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