sábado, 23 de enero de 2016

CASIDA DEL OLVIDO



JOAQUÍN ROMERO MURUBE
-qaṣīdah-



CASIDA DEL REY ALMOTAMID

POR barrios, torres, murallas…
Por los huertos, por el río…
¡Estoy cansado de luces!
¡Ebrio, sin haber bebido!

Hay una calle de angustias
que es mi forzado camino.
Hay una rara armonía
entre el cielo y mis sentidos.
Hay una mujer-¡engaños!-
en mi impecable delirio.

En los jardines, la sombra
condensa un tibio latido
de amor entre flor y nube
con soledades de trino.

¿Qué es la soledad? Tristeza
del mundo inmutable, fijo,
hermoso ante nuestros ojos
y ajeno a nuestros suspiros.
¿Por qué este sol de verano,
cálido de paraísos,
no se torna oro en mi sangre,
no me enciende en beso, en grito?

Yo presiento el alma, el roce
del instante fugitivo,
y en su delicia se hunde
mi corazón sin alivio.
¿Por qué hay miradas que ahondan
los fondos del turbio instinto?
¿Por qué el amor nos destruye
en un celeste exterminio?

¡Sevilla, furor de sangre
con un corazón de niño!
¡Sevilla, temblor de muros
blancos entre jardinillos!
En tu profunda clausura
busco silencio y abrigo.
Estoy cansado…¡Dejadme!
Cansado de amor, de vinos…
Dejad perderse mis horas
ante un jazmín..
¡Y el olvido!



CASIDA DE LAS CAMPANAS

YA no estaré aquí.
Borrado en la nada.
Pero cuando suenen,
densas, las campanas
-campanas celestes
de misa del alba,
ángelus de oro,
temblor de Giralda-;
cuando al mediodía,
con olor de albahacas,
ecos y retumbos
tiemblen por la casa.
Guardadme silencio.
Parad las palabras.
Cauces de latidos
en la ausencia larga.
¡Los muertos!...
¡Los muertos
oyen las campanas!




CASIDA DEL ALTO AMOR

EN la madrugada.
Nadie nos veía.

Toda la noche y el río.
Todo el jardín y la sombra.
Toda la vida.

En la madrugada.
Cuando tú querías…


CASIDA DE LOS PERFUMES

SOBRE la rosa que al viento
da su aroma con desmayo;
sobre el jazmín que en el aire
cuaja sus luceros blancos;
sobre el mirto y la celinda,
la alhucema y el naranjo,
sobre todos los aromas,
mujer, el tuyo en mis manos.


CASIDA DEL AGUA DORMIDA

NO es más que el agua dormida
en el cuadro del estanque.
La velan mis ojos tristes.
La guardan los arrayanes.

NO es más que el agua dormida
¡No la despiertes!¡No hables!
Sueña con verdes jardines
que le corren por su sangre.

Están allí, transparentes,
por entre el cielo y su carne:
cipreses de erguido anhelo,
murtas de oscuros encajes.

No es más que el agua dormida,
en el gozo de la tarde.
Por su remanso discurren
los éxtasis siderales.

El sol, la nube…¡Cuidado!
No cante rutas el aire.
Este mundo de delicias
sólo es de paz y cristales.

Mis ojos roban encantos
en profundas densidades.
La realidad vive en ellas
con luz, con forma y sin aire.

Naranjas, cielos, columnas,
mi rostro y los arrayanes
en el mundo misterioso
de las aguas…¿Soy de carne?

¿Qué normas de transparencias
o de reflejos astrales
mantienen silencio puro
estas hondas claridades?

¿Qué música sin sonido,
del alma sólo captable,
bajo el temblor de las aguas
alisadas por el aire?

No es más que el agua dormida.
Los jardines son su sangre.
Mis ojos, líquida hondura.
¡Cuidado!¡No despertarme!








CASIDA DE LA FLOR NUEVA

AYER esta rama verde
nada tenía, Señor.
Era una vena en el aire
hecha de savia y temblor.
Ayer esta rama verde
la tuve en mis manos yo
y estaba tibia y dormida
como en el pecho una voz…
Y hoy, Señor, esta mañana,
la rama tiene una flor.
El cieno, la tierra, el barro
hecho luz, hecho oración.
El aire en éxtasis mira
la gloria de la creación.
¡Señor que el barro ennobleces,
brota en mi carne, Señor!


CASIDA DE LA ALBAHACA

EN la siesta y por los patios
mis manos que te acarician.
¡Qué frescura entre tus hojas!
¡Qué morbidez en la íntima
resistencia de tus tallos!
Entre mis dedos germina
tu olor de verde delirio.
Ya embriaga, ya trasmina
disuelto en los cauces hondos
de mis venas…¡Qué delicia!
Cierro los ojos al mundo
Y el jardín brota en mi vida.

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